Dentro del recinto amurallado de Yecla la Vieja encontramos esta ermita de posible origen románico tardío. Aunque el inicio de su construcción data de principios del siglo XIII, se cree que fue en época de los Reyes Católicos cuando el templo adquiere su imagen actual.
La cabecera, espacio con mayor antigüedad del templo, es cuadrangular y se acompaña de una sola nave de tres tramos, separados por arcos tardogóticos. Al sur se adosa la sacristía mientras que la portada lo hace en la fachada septentrional.
En el exterior podemos destacar el alero, en el que se conservan ocho canecillos, además de una pequeña espadaña a los pies del templo. En lo que se refiere a los materiales utilizados para la construcción, estos son la mampostería de granito y sillarejo, siendo en todo caso la humildad constructia la nota característica. No obstante, sorprenden una especie de estelas romanas así como una pieza con un esquemático caballo inciso, detalle que es frecuente hallar en piezas de la primitiva muralla.
La intervención en el edificio ha consistido fundamentalmente, en el retejado de la cubierta, que ha sido renovada, sustituyendo las ventanas por una placa translúcida que tamiza el paso de la luz, pero mantiene la homogeneidad con el resto de la cubierta de teja. Además se han renovado las carpinterías con el fin de garantizar las condiciones higrotérmicas del edificio y facilitar su ventilación.
La ermita se ha incluido en el Sistema de Monitorización del Patrimonio, MHS, desarrollado por la Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico, que permite controlar determinados parámetros ambientales, con el fin de garantizar la conservación preventiva, tanto del edificio como de sus bienes muebles.
Se ha procedido también a la renovación del sistema eléctrico. El sistema instalado se alimenta mediante unas placas fotovoltaicas, colocadas en el exterior del templo, sin necesidad de conexión a la red general. Este aspecto, garantiza la eficiencia energética del edificio y supone un importante ahorro económico para la parroquia.
La nueva iluminación se adecúa, además, a las características de la ermita y cumple dos funciones esenciales: facilita el correcto desarrollo del culto y resalta algunos elementos arquitectónicos y artísticos.